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viernes, 8 de agosto de 2025

La comunidad del bosque

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

El bosque que hay cerca de mi casa se ha convertido en el lugar común donde la gente de todas las urbanizaciones de alrededor, van a pasear, pasear al perro, a correr, a biciclear*, a charlar, a verse, a compartir, hasta el punto que digo que se ha creado una “Comunidad del Bosque”. El subconjunto más numeroso sin duda es el de los que pasean al perro, se juntan, se encuentran, comparten los picos de pan que llevan para recompensar a los perros, es solo tocar la bolsa y cuando lo escuchan los perros vienen a que les den alguno, crujen bien, pueden ser de distintos tipos y sabores. Pasas al lado de estos grupos y oyes unas palabras muy especializadas, deben ser parecidas a cuando antes paseaban a los niños, ahora adaptadas a perros, cosas de salud, veterinarios, como cagan, cortan el pelo, los lavan, en las gasolineras ya tienen su aparato para lavarlos después del paseo. Antes, generalmente, pasear a los niños era cosa de mujeres, ahora con los perros, no hay diferencia de géneros, incluso creo que es una excusa para ligar. El siguiente, son los que pasean sin perro, no les gustan y se quejan de las cagadas que todo lo invaden o de los ladridos que tan molestos son y mucho más cuando un perro es dejado solo en su casa y se ponen a aullar. Ya nuestro mundo se ha convertido en perruno, sus parásitos (Borrelia, Rickettsia, Giardia, Leishmania y otros) pueden transmitirse a los humanos a través del contacto directo con heces, saliva, picaduras de insectos o contacto con objetos. Recientemente ya escribí sobre la leishmaniasis (En busca y captura de la causa, Blog 2/06/2025), y pueden originar enfermedades muy graves, y a veces mortales. Los sin perro, también se conocen, se saludan, a veces se paran y entablan conversaciones más o menos banales, incluso pasean juntos. Esto no es tan común porque cada uno tiene su ritmo, sus horas y sus exigencias, por eso digo que una breve conversación es lo habitual. Salud, viajes, el tiempo, comentarios sobre otros miembros de la comunidad conocidos y raramente temas internacionales (palestina, Ucrania, el puto Bufón, el Bibi genocida), y nada de política nacional que ya sabemos que trae problemas, porque, aunque creemos que tenemos olfato sobre las inclinaciones a veces uno se puede equivocar y no merece la pena. Abundantes son los que caminan en grupo con bastones similares a los de esquí (marcha nórdica) con un entrenador que dirige los ejercicios. Otros son los que corren, con los que lo máximo es un saludo, salvo que los conozcas mucho y puede haber una breve parada corta para no estropear su ritmo. Los que biciclean, y son muchos, prácticamente no hay contacto, porque casi siempre, si van por un camino por donde pueden ir, casi siempre molestan, te hacen apartar, te asustan cuando aparecen por detrás sin hacer ruido y como no pueden tocar el timbre en el bosque, pues tienes que estar siempre al borde de un atropello. En el caso de que el sendero sea estrecho y no sea una vía permitida para bicis, peor, porque pasa lo mismo, pero encima te cabrean, y lo que ya es insoportable es cuando te ves venir a una larga fila de bicis en plan “descubrir una nueva ruta”, a gran velocidad, empiezas a gritarles y amenazarles con el bastón, pero ni por esas, pasan riéndose de esos viejales que se creen los dueños del bosque. Otra parte de la Comunidad del Bosque son los animales que lo habitan, sobre todo aves. Los conejos, a los que ves en abundancia cuando sales temprano y todavía los perros no los han espantado. Los jabalíes, que raramente ves, aunque dejan su rastro por las zonas húmedas, como si hubiese pasado un arado, en busca de raíces y tubérculos, curiosamente no deben de comer muchas bellotas que son muy abundantes en el suelo cuando caen maduras del árbol. Puede haber algún zorro, pero últimamente no hemos visto ninguno, el último que vimos tenía sarna. La urraca, es una de las aves más abundantes, están en todas partes, como si defendiesen un territorio, con plumaje blanquinegro, que adquiere bellas irisaciones, son ruidosas lanzan sonidos roncos, el más frecuente es como un chac-chac. Los mirlos, con un plumaje negro los machos y marrón las hembras y ambos con el pico de color naranja-amarillo brillante, que corren más que vuelan para esconderse en la vegetación alrededor del arroyo, con un canto suave. La abubilla, pasa mucho tiempo en el suelo donde se alimenta de grandes insectos y larvas, que caza escarbando en el suelo, con su característica cresta con las plumas anaranjadas y las puntas negras, que sube cuando se asusta, que es lo habitual a pesar de posarse siempre lejos del camino. El picapinos, que golpea los pinos como un tamborileo para comunicarse, en cuyo plumaje dominan los tonos verdosos, despoja a los árboles de los insectos. El petirrojo, ave pequeña y rechoncha, con color rojo anaranjado en el pecho y frente, se mueve dando saltitos. Los tordos y estorninos son más pequeños que los mirlos, parecen de color negro, son pájaros muy ruidosos, además, son gregarios, es decir se le ve en grandes grupos o bandadas durante parte del año especialmente cuando maduran las aceitunas. Hay también una amplia variedad de pájaros pequeños del tamaño del gorrión y distintos plumajes, pero no somos capaces de identificarlos. En lo alto, a veces se ven grandes rapaces como el milano negro o el azor que anidan en las copas de los pinos altos. Antes veíamos una pareja de cernícalos que anidaban en la pared o techo de una casa abandonada, ahora hemos dejado de verlos. Serpientes también hemos visto, vivas o su cambio de piel y por supuesto muchas lagartijas. Bueno no quiero ser exhaustivo y creo que he incluido la mayor parte de los animales que he visto y he podido más o menos identificar.

*Nota: Biciclear, verbo inventado para indicar alguien pedaleando en una bicicleta. 

sábado, 15 de junio de 2024

Nela

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Le había dejado marchar y no había escrito nada sobre ella, ahora me ha vuelto su recuerdo con fuerza y no dejo de verla caminando con esfuerzo al final del grupo con el que habitualmente paseaba por el bosque y en el que una navarra con su diminuto perro Chon, tiraba del grupo sin piedad, como si descansar significara romper el ejercicio y no beneficiarse del esfuerzo. Nela era medio rubia, muy simpática y habladora, asturiana pero algo gallega porque era de un pueblo de la ribera asturiana del río Eo. Nela era masajista, pero se quejaba de que con la crisis y la pandemia ya casi no tenía clientes. Había tenido un ataque que la había dejado tirada en el suelo en la calle con su hija pequeña y la habían tenido que evacuar en un helicóptero al hospital, donde estuvo varios días en coma. Ella dice que en un momento determinado había visto a su madre, quien le dijo que volviera a la vida que no era su tiempo. Ella decidió volver y aunque estuvo varios meses en rehabilitación, se había recuperado casi del todo, salvo que no se acordaba de nada de lo que había pasado anteriormente, como si su memoria hubiera empezado de cero. Por eso creo que era tan alegre y despreocupada, siempre estaba dispuesta a parlotear sin prisa y de cosas vanas. Cuando se iba de vacaciones a su tierra, volvía siempre con unos quilos de más, lógico, comidas abundantes, cervezas sin cuento, a vivir que son dos días. Lo pagaba cuando volvía, porque en los paseos le costaba seguir el paso del grupo, hasta que hacia la mitad del periodo sin vacaciones empezaba a recuperar la forma y hasta las próximas vacaciones en que se reproducía nuevamente el proceso. Era muy querida en el grupo de mujeres con las que paseaba, por su alegría, y quizás por su inconsciencia, para ella no había límites, los límites se los ponían sus hijas, sus amigas y me imagino que su marido. Se había ido a su tierra de vacaciones y la siguiente noticia de ella es que se habían estrellado conduciendo su hijo y se habían matado ambos. Hubo amigas, como la navarra que ya no quiso pasear más por el bosque por el recuerdo que le traía de su amiga. De todo el grupo solo hemos recuperado a una de ellas, la del pantano que pasea a su perra, y con la que tenemos una buena relación. Nela, ya he escrito sobre ti, no me pongas mala cara cuando te vea virtualmente caminando con tu grupo tratando de no perder al pelotón, mientras tu sonrisa de persona que una vez había vencido a la muerte, se esparce por las jaras. 

miércoles, 5 de junio de 2024

El argentinito

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Aparecía a lo lejos con su perra husky, alto, delgado, unos sesenta, con una gorra con visera casco y una vestidura informal. Era de los que nos encontrábamos habitualmente en el paseo por el bosque y al principio solo nos saludábamos con un “buenos días”. Yo me decía que tenía un acento especial, pero como el intercambio de palabras era muy breve era difícil concretar más. Después ya empezamos a intercambiar más palabras y rápidamente supe que era del Cono sur, bien Argentina o Uruguay. Al principio hablábamos de temas intrascendentes, -que fría la mañana, su perro corre mucho y se le va a perder, no sé qué vamos a hacer como no llueva, que sucia es la gente, como si alguien tuviera que venir detrás para recoger las cosas que tira, hoy tengo prisa porque tengo consulta-. El primer indicio de ocupación, si tenía consulta sería un médico, es lo primero con lo que me quedé. En conversaciones posteriores, aparecieron palabras como “acupuntura”, “le hipnoticé”, que me empezaron a oler mal, ya no pensé que fuera médico, sino más bien un sanador o similar. Realmente, ahí se quedó la cosa porque, aunque él hizo algún que otro ofrecimiento a mi mujer para ponerle las agujas por un hombro congelado*, nosotros siempre eludimos el compromiso. Con el tiempo fue perdiendo importancia sus comentarios sobre temas de tratamientos naturales, por llamarle de alguna forma, y pasaron a temas personales. Su mujer dirigía un hotel de la familia, cerca de la Puerta del Sol, también trabajaba en el mismo su hija, y él mismo refería haber trabajado ocupándose de los desayunos, aunque ahora parecía que no. Ahora se dedicaba a plantar tomates y similares en su casa, que debía ser un chalet con huerto en los alrededores del bosque, a pasear a su perra husky, y a la medicina alternativa. Con el tiempo ha salido que su hija, realmente no era suya sino de su mujer. Esta era de origen uruguayo y sus padres españoles se vinieron a Madrid con mucha pasta y compraron el hotel que lleva su mujer y otro que lleva su hermano.

Sus antecesores en Argentina vinieron de Siria, todavía no sé de qué sitio, y su padre se cambió el apellido árabe por un nombre geográfico que esconde sus orígenes. Eran once hermanos y parece que es el único que está en España, también tiene algún sobrino por aquí, por sus comentarios. No sé si vino a España y se casó aquí, o conoció a su mujer en Uruguay y se vinieron ya casados, mi intuición me dice que fue aquí en el hotel donde se conocieron. Ahora solo queda su suegra, que vive en otra casa, y realmente es la que manda o tiene más acciones en la compañía que incluye los hoteles y que debe mantenerle alejado del hotel, porque es raro que a su edad no trabaje. No habla nunca de religión, pero no es musulmán, Miley le cae mal, y es difícil caracterizarle políticamente, aunque parece que está en la derecha.

En el bosque, como es un encantador de serpientes y además tiene perro, casi todo el mundo lo conoce o es más o menos amigo suyo. De pronto se esfuma durante una semana o más, pero cuando empiezas a preguntarte si le pasará algo, aparece nuevamente en lontananza con su perra husky, con su gorra y su sonrisa, contando sus historias que parecen novelas, con emigración de los antepasados, cambios de apellidos, familias numerosas con varias camadas (varias mujeres sucesivas e hijos), suerte diversa de los miembros de la numerosa familia, etc. En todo caso estas historias te intrigan, te camelan, te hacen pensar en las grandes sagas que hemos visto en la televisión y que parecían resultado de mentes calenturientas pero que son solo remedo de una realidad desconocida para nosotros.

*Nota: Se conoce por hombro congelado aquel que causa dolor y pierde movilidad por inflamación. La cápsula de la articulación del hombro tiene ligamentos que fijan los huesos del hombro entre sí; cuando se inflama la cápsula los huesos no son capaces de moverse libremente en la articulación.

domingo, 3 de marzo de 2024

La Pija

 Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

No había tenido oportunidad de relacionarme anteriormente con alguien como ella, pero sí decididamente era una “pija”, lo cual es raro dado que me había relacionado seguramente con miles de personas dado que he sido profesor en la universidad y ámbitos postgrado. Al final tenía que ser en mis paseos por el bosque, una vez jubilado, cuando iba a relacionarme con una. Iba con un perro blanco grande, y a base de -Buenos días, -Buenos días; -Hace mucho calor (frio) hoy, ¿no? -Pues sí pero mucho menos que ayer; -Pero hoy ha salido muy temprano porque ya está de vuelta, -Sí he tenido que levantarme antes porque mi marido se iba de viaje. Es decir, una serie de conversaciones más o menos banales con las que iniciamos un conocimiento en estos paseos, después, se puede pasar a una amistad más o menos consolidada. En invierno, llevaba casi siempre un abrigo como de astracán del que salían hebras, unas botas marrones de media caña y faldas, no era de pantalones. Hablaba con un deje especial de pija y poco a poco fue contando su historia, con muchas lagunas, pero que yo las iba anotando en mi memoria encajando unos detalles con otros. Estaba casada con el hijo de un conocido amigo mío, personaje de mucha enjundia que tenía un chalet aislado en la urbanización. Como yo sabía que era suyo (el chalet), aunque nunca había vivido en él, por eso deduje que sería su hijo y la susodicha, su mujer. Ella era norteamericana de Nueva Orleans, pero se había criado en España, supongo que en Madrid en la zona de la calle Serrano donde abunda el pijerio y que, debido a su nivel económico o social, se relacionó y acabó casándose con el hijo de mi amigo. Tiene dos hermanos viviendo en Nueva York, donde hace un frio del carajo cuando caen las grandes nevadas del invierno que dice que no soporta porque su herencia genética es de clima cálido. Su hijo es geólogo y trabaja en grandes minas, antes en Suecia y ahora se va a Australia a otra gran mina. Su marido no sé qué es, solo que acaba de jubilarse y ahora pasea al perro, por eso últimamente no la vemos por el bosque, la vemos de vez en cuando en el super y curiosamente en uno de los baratos. Nos para, nos da unos besos como grandes amigos y nos cuenta lo indecible. Yo casi no la reconozco y solo después de un tiempo de charla consigo ubicarla. Debe estar un poco aislada porque sino no comprendo esas grandes euforias al encontrarnos. Llevaba pocas cosas en la cesta y nos enseñó con gran interés una especie de pasta de tomate para poner encima de la base de pizza que dice que es buenísima y que solo se vende en este super, yo no sé si esta explicación es una justificación de porqué le vemos en un super de bajos precios, pero mi mujer dice que le ha visto ya varias veces en el mismo. Bueno es una cuestión de apreciaciones porque también hay que considerar que si no quisiera que la viéramos se escondería de nosotros. Es un personaje que me intriga y todavía me faltan detalles para encajar con los que ya tengo y poder así hilvanar una historia completa. Pero si se presenta la oportunidad la completaré.

Nota. Pijo, pija: dicho de una persona: que, en su vestuario, modales, lenguaje, etcétera, manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada. Usado también como sustantivo. (Real Academia Española de la Lengua).

Pijerio: conjunto de personas pijas.

viernes, 5 de enero de 2024

La pelirroja y el pino

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Entre los muchos tipos de personas con los que nos relacionamos cuando vamos de paseo al bosque, hay algunas que me parecen un poco raras, llamando raras de forma coloquial a aquellas que se comportan de forma no habitual, poco común o frecuente. Dentro del grupo de personas sin perro, minoritario, es habitual encontrarnos al final del paseo que transcurre en la margen de un aprendiz de arroyo que atraviesa el bosque, con dos mujeres, una de ellas pelirroja y otra más bajita y morena. La pelirroja, con un precioso pelo de tono rojizo, le gusta abrazarse a uno de los pinos más bonitos que hay en el bosque al final del paseo, un magnífico pino piñonero o pino real, ya recuperado de los desgarros de ramas que tuvo lugar durante la borrasca Filomena en enero de 2021. El pino tendrá un perímetro que no lo abarcan tres personas, y una altura similar a los pinos más altos del bosque. No es extraño cuando pasamos por allí encontrarla en pleno abrazo al pino y en estos casos ni saluda. La más bajita que le acompaña, habitualmente lleva gorra con visera y gafas oscuras, es mayor que ella y es más simpática. Intuyo que no cree en estas cosas de los árboles y se ríe un poco de la pelirroja diciendo que como duerme sola, se pega al árbol para encontrar el calor que no encuentra por las noches. Los que creen en estas cosas, dicen que abrazar un árbol conlleva establecer un contacto físico y emocional que te da energía, reduce los niveles de ansiedad y estrés, mejora el ánimo, combate los pensamientos negativos, como la depresión, fortalece el sistema inmunológico y alivia el dolor. Incluso algunos indican que cada tipo de árbol, tiene unas propiedades específicas. Yo, la verdad es que dos o tres veces, cuando paseo solo y no hay personas a la vista, también me he abrazado al pino y no he notado nada. Quizás si me concentrara más, pero no, hay que estar predispuesto y yo, seguramente, no lo estoy. En las conversaciones que hemos mantenido con la pareja, hemos podido saber algunas cosas, la verdad que pocas. La pelirroja, parece estar sola, se ha jubilado recientemente y siempre que puede se va de viaje, supongo que para ver si la vida le depara mejores cosas. Me preguntó si ponía un Belén en casa, le dije que mi mujer siempre ponía más de uno, así que me dio una piña con piñones para que lo pusiera en el Belén. Bueno, no sé muy bien como relacionar una cosa con otra pero tampoco hay que ponerse estrechos. La más simpática está jubilada, ha estado siempre en una tienda de muebles de la familia, y se le nota su facilidad para relacionarse con la gente. A veces conocer aspectos muy concretos, sin conocer todo lo demás, te da imágenes distorsionadas que incluyes en la rareza, pero esto también es interesante porque amplia tu mente y consideras la diversidad que te rodea. De cualquier forma y aunque se considere una rareza, siempre es mucho mejor que la gente abrace los árboles a que los queme.

lunes, 6 de noviembre de 2023

El gran Pompón y el perro de la vieja Dama

 Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Al principio no sabía cómo llamarles. Caminaban los tres erguidos por los senderos del bosque. Uno, más alto, se situaba en el centro y parecía que el mundo le miraba desfilando con levedad como contoneándose, con una gorra con bandera incluida en el frontal. Él es el que me evocó el nombre “pompón” en recuerdo a Don Pompón que es como llamaban las vecinas al padre de una de ellas, una persona ya mayor que andaba por la calle dándose unas ínfulas que no merecía. Sí, creo que es un buen nombre El gran Pompón”. Otro de ellos era calvo, colorado, sonriente, iba siempre sin gorra. El tercero era más bajo, con barba blanca y con gafas. Saludaban con agrado, sobre todo el colorado y el barbudo. El que más faltaba al paseo era el gran Pompón, entonces los restantes trataban de justificar, en el saludo, esa falta imperdonable. Otras veces era mi mujer la que faltaba y entonces ellos me inquirían preocupados por la causa, es decir, existía una vigilancia mutua del cumplimiento de una obligación existencial de la buena forma física. Yo los veía, figuradamente, a los tres desfilando, el gran Pompón y ayudantes, revisando el campo de maniobras a buen paso, escuchando los detalles de la acción y decidiendo con gran pericia sobre el punto más adecuado para atacar al enemigo.

Un día aciago, venían los tres tan gallardos y ligeros como siempre cuando una perra ciega, que iba dando vueltas guiándose por el oído y el olfato alrededor de una anciana que caminaba cansadamente, se interpuso en el camino del gran Pompón, que según costumbre iba mirando al tendido, y el tropezón fue irremediable. Desde luego no se quien salió peor parado si el perro o el gran Pompón. Era una escena épica, el gran Pompón en el suelo quejándose sin poder levantarse, con sus dos compañeros tratando de ayudarle y el perro gimiendo al lado de la anciana dama, de más de ochenta años, muy compungida que no hacía más que repetir que era la primera vez que le ocurría una cosa semejante, nunca su perro se había chocado contra nadie. Como testigos mudos de la situación, no dudamos para nuestros adentros en culpar al gran Pompón del chusco accidente y tuvimos que refrenar nuestras ganas de reír a mandíbula batiente.

La situación se fue resolviendo con la evacuación del magullado gran Pompón por sus ayudantes, y la recuperación de la perra ciega que fue cariñosamente atendida por su cariacontecida dueña, que por una parte no podía expresar su indignación por alguien que iba sin mirar y había atropellado a su querida perra ciega y por otra trataba de parecer preocupada por el trastazo del gran Pompón. Creo que la anciana dama se juramentó en no volver por ese camino, de hecho, no la hemos vuelto a ver. Al gran Pompón lo vimos hace unos días con sus ayudantes, con una venda en la cabeza y cojeando ligeramente. Los compañeros sonrieron cuando preguntamos por su estado y creo que esa sonrisa sardónica encerraba una crítica interna a su pomposo amigo que atropellaba a perros ciegos.

domingo, 7 de agosto de 2022

Los jabalíes y primero no dañar

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Al principio, en el bosque, veías unas extrañas huellas en la tierra, como si un perro hubiera estado escarbando de forma continuada o como si un arado de reja corta dejara un surco poco profundo que a veces se ampliaba y profundizaba. Aparecían en las zonas más húmedas de los lados de los caminos o debajo de árboles y cerca de arbustos. Como no eran abundantes nos extrañaban, pero no les dábamos mayor importancia. Con el transcurso de los años cada vez eran más abundantes y aparecían en ciertas zonas como si un tractor las hubiera arado. Empezamos a darnos cuenta del fenómeno y claro está, al final, nos enteramos que eran los jabalíes.

Los que corrían por el Pinar al anochecer, ya veían las manadas de jabalíes con sus ojos brillando en la oscuridad y sus jabatos siguiendo a las madres, empezando a preocupar por su número, aunque, como es un animal nocturno, por el día no los ves y casi no afectaba al buen discurrir del bosque.

Últimamente ante las quejas de algunos vecinos de la urbanización, de que los jabalíes habían entrado en sus jardines y los habían destrozado, la Fundación que gestiona el bosque había decidido hacer una cacería para disminuir su número.

Un día paseando por el bosque vimos un grupo de caza con perros que se adentraba por los matorrales y suponemos que hicieron su trabajo. El caso es que ya no aparecieron más señales recientes de la presencia de jabalíes por el bosque.

Unos días más tarde paseaba yo solo por el bosque más temprano de lo normal, cuando un rastro pequeño de sangre entre los matorrales me sorprendió. Con precaución seguí el rastro de sangre, no es que sea un experto rastreador, es que el reguero se veía claramente y cuando empezaba a cansarme de seguir el rastro de pronto vi algo que se movía en un grupo tupido de matorrales. Me acerqué lentamente y observé que eran varios jabatos pequeños los que se movían en el matorral, un poco más escondida estaba la madre echada de un lado gruñendo agitadamente y se veía sangre en su lomo. No sabía que hacer, llamar por teléfono para que la curaran en un hospital de aves que hay cerca, me parecía arriesgado para ellos después de la cacería reciente, tratar de curarla yo, me pareció todavía más arriesgado, así que apliqué la máxima de “lo primero no dañar”. Volví sobre mis pasos y fui borrando los rastros de sangre, la verdad es que me costó, pero cuando terminé y volví al camino para seguir mi paseo, pensé que la naturaleza determinará, y me fui aliviado. 

viernes, 5 de agosto de 2022

La señora, el carrito y los perros

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Nos la encontrábamos casi todos días en el paseo por el bosque. Iba con un carrito de la compra, de esos que parecen una bolsa de deportes, cerrado y lleno de cosas que sonaban como botellas de cristal. Encima del carrito llevaba también una bolsa de la que, a veces, cogía cosas para comer, le acompañaban tres perros medianos de razas desconocidas para mí, uno de ellos muy inquieto que se separaba y desaparecía con frecuencia y originaba que ella estuviera llamándole constantemente con un silbato. Nosotros la saludábamos siempre, pero ella nos ignoraba, seguramente notaba en nuestras caras la curiosidad malsana que nos producía. 

¿Qué llevaba en la bolsa que producía ese ruido a botellas de cristal que chocan? ¿Por qué lo llevaba lleno, tanto si nos cruzábamos con ella a la ida como a la vuelta del paseo (unos 3 km)?

Una vez que paseábamos dentro de la urbanización cerca de la puerta de entrada al bosque la vimos subiendo a un coche 4x4 de matrícula antigua, verde oscuro, de esos que se llevan al campo. En él subió el carrito, los perros y desapareció.

Un día en que paseaba solo, le vi cruzando un pequeño puente que cruzaba un arroyo con su carrito y sus tres perros, no sé si por las maderas del puente o porque se le desestabilizó el carrito o las dos cosas a la vez, se le cayó el carrito y ahí vi una ocasión pintiparada para iniciar una conversación. Me lancé a ayudarla para que pudiera levantar y enderezar el carrito, pero la palma de su mano en vertical impidió toda mi maniobra “no necesito ayuda, gracias” y a pesar de que insistí no hubo forma. Es lo más cerca que he estado de conseguir una conversación.

Como estaba ya un poco obsesionado con la dichosa señora, en más de una ocasión he comentado lo extraño de su comportamiento con paseantes conocidos y en general compartían mi curiosidad, pero no tenían idea sobre ella. Por fin una paseante conocida de otra urbanización nos dio noticias. Vivía en su misma urbanización y parece que vivía sola con sus perros, tenía una manía persecutoria que le hacia pensar que cuando salía de casa podían entrar en la misma y robarle los papeles que tenía. Eso hacía que todos días cuando salía de casa para pasear a sus perros, tenía que cargar en el carrito todos los documentos que pensaba podían interesar a los supuestos espías o perseguidores. Desde luego los documentos eran muchos porque llenaban el carrito y pesaban mucho. Lo que no pude averiguar es porqué su carrito sonaba como si llevara botellas de cristal dentro.

En fin, este caso me hizo recordar uno similar de un gran amigo que tenía una manía persecutoria parecida. Por lo visto, pensaba que le perseguían y espiaban los agentes del gobierno como consecuencia de una denuncia que había hecho de una conducta corrupta de un superior. Si no lo conocías no podías detectar su manía, solo que se comportaba de forma extraña, miraba mucho los escaparates supongo que para ver si le seguían, examinaba minuciosamente los papeles de su mesa para saber si alguien los había tocado, no solía decir que iba a hacer ni en el día ni en los siguientes, tenia tres cerraduras en su casa y cosas similares. Solo los amigos sabíamos de sus manías, pero no podíamos hablarle sobre el tema porque se enfadaba. Se marchó al pueblo cuando se jubiló y no sé cómo habrá acabado.

La señora la hemos vuelto a ver por el bosque después del periodo de restricciones de la pandemia. No llevaba el carrito sino solo los perros, nos hemos preguntado que habrá pasado para que hayan desaparecido sus manías, terapia, ha cambiado el gobierno, no sabemos. Yo me mantengo ojo avizor. 

sábado, 28 de diciembre de 2019

El hombre que había perdido su centro de gravedad


Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
Éramos amigos del bosque del Pinar y cuando volvíamos del paseo, casi siempre lo encontrábamos en la entrada empezando el suyo. Últimamente iba con dos bastones de esos de marcha nórdica que están tan de moda, aunque todo hay que decirlo, no parecía que lo hiciera igual que otros que habíamos visto por el bosque haciendo ejercicio. El parecía andar como apoyándose en los bastones que clavaba con fuerza en el suelo. Siempre iba acompañado por su mujer. Al principio nos extrañó lo de los bastones, pero pensamos que era un regalo de santo o cumpleaños muy al uso.
     Al cabo de un tiempo, nos paramos a hablar con él y compañía y le vimos inestable, como los árboles que se mecen con el viento, pero que temes que se vayan a caer encima de ti. Esto ya me llevó a preguntarle cómo había dejado su recio bastón de peregrino por su par de bastones de aluminio. Me miró como diciendo se lo cuento o no se lo cuento, al final decidió que sí me lo contaba, porque si no lo iba a hacer su mujer, y me dijo, sabes lo que te digo que he perdido el norte, pero no solo el norte, también el sur, el este y el oeste. He perdido mi centro de gravedad, no me estabilizo, mi giroscopio va mal. Había tenido un hematoma subdural consecuencia de un golpe en la cabeza por una caída hacía un tiempo, que le había llevado a urgencias y a una intervención con trepanación que le había sacado un líquido color coca cola y ahora estaba en periodo de recuperación.
    El mismo se acordó que su hija le había regalado esos bastones, que nunca había usado, y pensó que podían servirle para mantener el equilibrio. En efecto, eran perfectos para ese cometido, lo malo era que todos le indicaban que los bastones no se llevaban así, que, si en la marcha nórdica se hacía de esta forma o de la otra, y entonces se veía en la tesitura de tener que explicarles para qué los querías. No siempre tenía ganas de contar sus problemas a todo el mundo, de forma que a veces prefería que le dieran lecciones.
    De cualquier forma, decía, es una experiencia francamente desestabilizadora porque tienes que vigilar constantemente tu verticalidad, tienes miedo de caerte sobre las personas, pones los palos por delante y tratas de no balancearte. Te das cuenta de la importancia de las cosas cuando las pierdes y yo he perdido mi equilibrio y no sé cuándo lo voy a recuperar.
    Nos quedamos un poco sorprendidos y sin saber que decirle. Al final optamos por la esperanza, hay que pasear y dejar pasar el tiempo, seguro que por Navidad el equilibrio volvería. Seguimos nuestro paseo pensando lo peligroso que es perder el centro de gravedad y en tono jocoso le echamos la culpa a la coca cola y a los villancicos de los centros comerciales que te machacan desde mes y medio antes de la Navidad. 

miércoles, 31 de enero de 2018

El Jefe

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
    Después de esta serie de comunicaciones sobre Innmunoterapia del cáncer, bien está dedicarle esta comunicación a un minirelato:
    Para mí era el “Jefe” desde el primer momento que le vi cuando paseaba por el Pinar. Daba lo mismo que fuera verano o invierno, lo veíamos paseando solo, con un bastón pequeño sin mango con la parte superior forrada, creo que era con esparadrapo o similar. Era fuerte, estatura baja, cabeza casi rapada, edad pasados los ochenta, voz recia, moreno y paseaba sin prestar mucha atención a los demás, como si fuera abstraído. Saludaba si tú lo hacías, pero no es que fuese dado a la charla. Yo siempre le saludaba de forma un poco familiar “¿Cómo vamos, Jefe?”, “¿Hace mucho calor, verdad Jefe?”, “¿Muy pronto terminamos hoy el paseo, no Jefe?” Sus respuestas no eran muy largas, ni daba mucha información, parecía que me decía “y a ti que te importa”. Pensaba que podía haber sido un suboficial del ejercito o similar, por su robustez, por la voz, por lo escueto de sus respuestas.
Últimamente en primavera le vimos descansando debajo de un gran pino, apoyado en uno de los muchos paneles explicativos que tiene el Pinar “¿Qué Jefe, ya cansado?”, “No creas, ya llevo dos horas paseando y me he parado a descansar un poco”.
No le vimos en unos días y eso me dio pie, la siguiente vez que le vimos, para preguntarle si le había pasado algo. No sé bien porqué, pero esa vez se paró a hablar a la sombra de una carrasca y le saqué de forma progresiva información sobre él (me intrigaba). Había estado en el hospital porque había tenido ya un infarto y debía hacerse una revisión, le había llevado su hijo con quien vivía. Su mujer había muerto por el síndrome del aceite tóxico, él se libró porque no comía en casa y por la noche no comía fritos por sus problemas de corazón. Con la indemnización que les dieron se compraron una casa que compartía con su hijo y familia.
Ahora podía entender porque se pasaba la mayor parte de la mañana paseando, su poco interés por los demás, esa forma abstraída de pasear sin importarle nada, quizás incluso creo que la vida tampoco le importaba mucho. Además, en contra de todo lo que había supuesto, había sido chapista de coches. No me podía creer mi falta de intuición. Seguimos viéndole de vez en cuando, pero desde agosto no lo habíamos vuelto a ver.
Hace poco le pregunté al guarda del Pinar si conocía al “Jefe”, después de darle una descripción del mismo. Por supuesto le conocía desde hacía muchos años. Se llama Marcos y tenía un perro pitbull que siempre llevaba suelto, a pesar de que el guarda le había advertido varias veces que debía llevarlo atado por la queja de varias personas por su agresividad. No hacía caso, hasta que el mismo tuvo que matarlo porque se había vuelto peligroso. Yo ya le conocí sin el perro. El guarda no creía que le hubiera pasado nada, hablaba de él en presente.
También se lo comenté al pastor que lleva un rebaño de unas 100 cabezas entre ovejas y cabras por el Pinar, y que conoce a casi todo el mundo que pasea por el mismo y me comentó que a veces le veía, pero “ojo que sepáis que es muy comunista”. No sé qué le trajo ese comentario a la mente, pero bueno ¿Usted es de derechas o de izquierdas?, le pregunté, “Yo soy pobre”, me respondió.
La verdad es que echaba de menos al “Jefe” y me alegraría verlo otra vez, es como si uno se aferrara a referentes más viejos que le quitan a uno de la primera línea de extinción.
Lo hemos visto de nuevo, habíamos salido un poco más tarde de lo habitual y allí apareció en un recodo del camino. Estaba más relleno, su cara muy morena con un gorro con visera y un bastón que no le había visto antes, adornado y una empuñadura en forma de vado, que sin duda se había hecho él. “Cuanto tiempo sin verlo, Jefe”, “¿Cómo se encuentra?”, “Bien, paseando”. “Bueno pues que todo vaya bien y por si no nos vemos antes, que pase una buena Navidad con la familia”.
Fue una sorpresa y me alegré mucho de verle tan campante, de alguna forma todavía yo estaba virtualmente en segunda línea de desaparición. 

lunes, 25 de diciembre de 2017

Que la Máquina te acompañe, que la Navidad te acompañe

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
      Me ha parecido que después de tanta comunicación técnica y a veces farragosa, en tiempos relajados y de compartir buenos deseos y futuros venturosos, bien podía enviar una felicitación y una pequeña narración. Espero que os guste.
      "No es que fuéramos amigos pero nos veíamos de vez en cuando por las mañanas cuando paseábamos por el Pinar. Podríamos decir que éramos conocidos, misma urbanización, similar edad, mismo sitio de paseo, sin perro, todo ello crea una cierta corriente de simpatía. Casi siempre nos encontrábamos cuando el terminaba el paseo y estaba próximo a salir del pinar y yo empezaba el mismo. Solíamos intercambiar alguna noticia reciente, el cambio climático, el maldito nacionalismo que todo lo estropea y sobre todo lo último de Trump que siempre nos inquietaba. Una despedida hasta la próxima y cada uno seguía su camino. 
     Últimamente lo veía preocupado, y al despedirse decía frases misteriosas como “si la maquina quiere”, “la máquina manda”, “uno vive para la máquina”. Las primeras veces que le escuché referirse a la “máquina”, me pareció extraño, las siguientes veces pensé que podría estar relacionado con que estaba sometido a diálisis renal o similar. Pero había algo que me decía que no era eso. Sus prisas repentinas en terminar una conversación y salir corriendo, me indicaba algo diferente. La última vez que le vi, me salió de forma espontánea al despedirnos “que la máquina te acompañe”, me miró la expresión de la cara y me dijo “Dios te oiga”.
     La Navidad se acercaba y pasaron unos días sin verlo, y ya estaba preguntándome si le había pasado algo grave, hasta el punto que le pregunté a un conocido común sobre él. “Bueno no lo sé, pero tiene un cáncer de próstata y creo que está con radioterapia”. Entonces comprendí lo de la “máquina” y después de todo, no había cometido un error deseándole “que la máquina te acompañe”.
     El frío ha aumentado, las navidades se echan encima, los supermercados están muy pesados con tanto villancico interesado y de pronto por sorpresa le veo otra vez saliendo del pinar, más delgado, más sonriente, y ya no me nombra la máquina, ha debido acabar el suplicio. Que “la Navidad te acompañe”, me despido, y él sonríe con aire cómplice."