Me ha parecido que después de tanta comunicación técnica y a veces farragosa, en tiempos relajados y de compartir buenos deseos y futuros venturosos, bien podía enviar una felicitación y una pequeña narración. Espero que os guste.
"No es que fuéramos
amigos pero nos veíamos de vez en cuando por las mañanas cuando paseábamos por
el Pinar. Podríamos decir que éramos conocidos, misma urbanización, similar
edad, mismo sitio de paseo, sin perro, todo ello crea una
cierta corriente de simpatía. Casi siempre nos encontrábamos cuando el
terminaba el paseo y estaba próximo a salir del pinar y yo empezaba el mismo.
Solíamos intercambiar alguna noticia reciente, el cambio climático, el maldito
nacionalismo que todo lo estropea y sobre todo lo último de Trump que siempre
nos inquietaba. Una despedida hasta la próxima y cada uno seguía su camino.
Últimamente lo veía preocupado, y al despedirse decía frases misteriosas como
“si la maquina quiere”, “la máquina manda”, “uno vive para la máquina”. Las
primeras veces que le escuché referirse a la “máquina”, me pareció extraño, las
siguientes veces pensé que podría estar relacionado con que estaba sometido a
diálisis renal o similar. Pero había algo que me decía que no era eso. Sus
prisas repentinas en terminar una conversación y salir corriendo, me indicaba
algo diferente. La última vez que le vi, me salió de forma espontánea al
despedirnos “que la máquina te acompañe”, me miró la expresión de la cara y me
dijo “Dios te oiga”.
La
Navidad se acercaba y pasaron unos días sin verlo, y ya estaba preguntándome si
le había pasado algo grave, hasta el punto que le pregunté a un conocido común
sobre él. “Bueno no lo sé, pero tiene un cáncer de próstata y creo que está con
radioterapia”. Entonces comprendí lo de la “máquina” y después de todo, no
había cometido un error deseándole “que la máquina te acompañe”.
El frío
ha aumentado, las navidades se echan encima, los supermercados están muy
pesados con tanto villancico interesado y de pronto por sorpresa le veo otra
vez saliendo del pinar, más delgado, más sonriente, y ya no me nombra la
máquina, ha debido acabar el suplicio. Que “la Navidad te acompañe”, me
despido, y él sonríe con aire cómplice."
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