domingo, 7 de agosto de 2022

Los jabalíes y primero no dañar

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Al principio, en el bosque, veías unas extrañas huellas en la tierra, como si un perro hubiera estado escarbando de forma continuada o como si un arado de reja corta dejara un surco poco profundo que a veces se ampliaba y profundizaba. Aparecían en las zonas más húmedas de los lados de los caminos o debajo de árboles y cerca de arbustos. Como no eran abundantes nos extrañaban, pero no les dábamos mayor importancia. Con el transcurso de los años cada vez eran más abundantes y aparecían en ciertas zonas como si un tractor las hubiera arado. Empezamos a darnos cuenta del fenómeno y claro está, al final, nos enteramos que eran los jabalíes.

Los que corrían por el Pinar al anochecer, ya veían las manadas de jabalíes con sus ojos brillando en la oscuridad y sus jabatos siguiendo a las madres, empezando a preocupar por su número, aunque, como es un animal nocturno, por el día no los ves y casi no afectaba al buen discurrir del bosque.

Últimamente ante las quejas de algunos vecinos de la urbanización, de que los jabalíes habían entrado en sus jardines y los habían destrozado, la Fundación que gestiona el bosque había decidido hacer una cacería para disminuir su número.

Un día paseando por el bosque vimos un grupo de caza con perros que se adentraba por los matorrales y suponemos que hicieron su trabajo. El caso es que ya no aparecieron más señales recientes de la presencia de jabalíes por el bosque.

Unos días más tarde paseaba yo solo por el bosque más temprano de lo normal, cuando un rastro pequeño de sangre entre los matorrales me sorprendió. Con precaución seguí el rastro de sangre, no es que sea un experto rastreador, es que el reguero se veía claramente y cuando empezaba a cansarme de seguir el rastro de pronto vi algo que se movía en un grupo tupido de matorrales. Me acerqué lentamente y observé que eran varios jabatos pequeños los que se movían en el matorral, un poco más escondida estaba la madre echada de un lado gruñendo agitadamente y se veía sangre en su lomo. No sabía que hacer, llamar por teléfono para que la curaran en un hospital de aves que hay cerca, me parecía arriesgado para ellos después de la cacería reciente, tratar de curarla yo, me pareció todavía más arriesgado, así que apliqué la máxima de “lo primero no dañar”. Volví sobre mis pasos y fui borrando los rastros de sangre, la verdad es que me costó, pero cuando terminé y volví al camino para seguir mi paseo, pensé que la naturaleza determinará, y me fui aliviado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario