sábado, 23 de diciembre de 2023

No sé si podrán salir de aquel infierno

 Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Estaba esperando que saliera mi número en la pantalla de la sala de espera del hospital. Tenía pocas ganas de hablar, después de todo el médico tenía que decirme, tras más de dos años de tratamiento inicial del cáncer, el resultado de la cistoscopia y análisis de orina y eso siempre acojona. Se sentó a mi lado sonriente esperando una respuesta mía similar, pero yo no estaba para bromas y además le confundí con un vecino que me fastidiaba de vez en cuando aparcando en mi lado de acera junto a mi casa en vez de hacerlo, el muy jodido, en el lado de su hija a la que iba a visitar. Le contesté fríamente y mi mujer que se olió la tostada, es decir que no lo había reconocido, me dijo por lo bajini de quien se trataba, “es un compañero tuyo de tratamiento”. Claro, tenía razón, es el que casi siempre me precedía en la cita para las instilaciones vesicales con BCG, un auténtico calvario, repetido y repetido hasta la saciedad, para tratar el cáncer vesical que nos tenía sumidos en la miseria.

Bueno, le saludé más agradable, aunque sin muchas ganas de hablar, él si tenía ganas y se enrolló con mi mujer. No presté mucha atención y cuando me tocó el turno, yo a lo mío y le dije un adiós de circunstancia. La revisión fue favorable y a los seis meses, nuevamente nos lo encontramos en la consulta. Esta vez, yo estaba más amigable porque ya sabía el resultado favorable de la cistoscopia y le saludé más amable, de cualquier forma, como estaba sentado al lado de mi mujer, fue ella la que mantuvo la conversación. Yo, entre que estoy un poco sordo y que no me interesaba eso de hablar por hablar, me mantuve un poco al margen. Nuevamente cuando me llamaron nos saludamos amablemente y hasta la próxima.

Ya una vez de camino a casa, mi mujer empezó a hablar de José, que así se llamaba. Siempre habíamos comentado, cuando íbamos al tratamiento, que iba solo, ninguna vez lo vimos acompañado, y eso nos llamó la atención. Era un tipo delgado, no alto, pelo cano, agradable de trato, con gracia y simpatía natural, por el acento debía ser andaluz y yo diría que sevillano. Pero su carga era muy pesada porque su mujer estaba en silla de ruedas, tenía Alzheimer según los médicos, aunque él, escéptico con todo lo que le decían los médicos, decía que era un poco de demencia senil. Ahora estaba muy preocupado porque su hija se había casado con un palestino y vivía con sus hijos en la Cisjordania ocupada, con constantes ataques del ejército israelí y de los colonos y estaba pidiéndole que se viniera a España con su familia, que ellos les acogerían en su casa. Los procesos administrativos para salir eran complicados y como estaba en contacto telefónico constante, no sabía si podrían salir de aquel infierno y venir a casa por Navidad. Después de pensar lo seco e injusto que había sido con él, solo podía rogar por él y su familia, pidiendo un poco de piedad para su triste perspectiva.

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