Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
Me había resistido mucho, pero al final mi mujer
e hijos ganaron y nos fuimos a un crucero este verano a las Islas griegas.
Nunca debí transigir porque nunca he pasado tanto calor y agobio como en alguna
de las excursiones fuera del barco, como en la isla de Santorini, donde meter
más de seis mil personas en un pueblo como Oia el pueblo más bonito de
Santorini con calles estrechas y sinuosas, es una auténtica locura. Además,
todos vamos y venimos por las mismas calles a ver las mismas cosas y la
envergadura de muchos turistas es globosa, ocupan el doble o triple del espacio
normal, así que te ves constreñido en las calles por la falta de espacio, y con
grave riesgo de que te arrolle, te pise y te origine un problema una de esas moles. En las demás excursiones y en
Atenas, mucho calor, mucha gente para callejear, muchas cosas para ver, muchas
tiendas para vender, mucha gente para comer. Todo mucho y tú eres con la edad
cada vez menos.
En el crucero nos gustaba desayunar en uno de los restaurantes en que te servían en la mesa el desayuno, no en la planta superior en donde era de tipo buffet. Los camareros eran casi todos de origen filipino y en general eran amables y rápidos, y casi todos hablaban solo inglés. Uno de los días nos sirvió un camarero que al principio no distinguimos que era diferente en su fisonomía a los otros y empezó a contestarnos en español al ver lo que hablábamos entre nosotros. Nos sorprendió y le preguntamos de donde era y nos dijo que, de Iquitos, del que seguramente no habríamos oído hablar, en la Amazonía peruana. Le dijimos que habíamos estado en Perú y que conocíamos la existencia de Iquitos porque habíamos leído varios libros de Vargas Llosa y en dos de ellos por lo menos “Pantaleón y las Visitadoras” y “La casa verde” hablaba sobre Iquitos. Se quedó sorprendido y le encantó. Otro de los días que fuimos a desayunar, también nos tocó de camarero y rápidamente se acercó a servirnos, continuamos hablando y nos extrañó que estuviera trabajando allí. Nos dijo que este barco, cuando baja la temporada turística en el Mediterráneo, se va al Caribe, y era una oportunidad magnífica para ganar un poco de dinero, pero que estaba ya harto de esta gente y que cuando este otoño regresara el barco para el Caribe, él ya no seguiría y volvería a Iquitos con su nenita antes de Navidad, no aguantaba más. Como dándole la razón, cuando le vieron hablando mucho con nosotros se acercó una camarera que le echó una bronca en inglés. El pobre se fue con la cabeza gacha y no le volvimos a ver. Parecía culto y hablaba bien inglés, y deduje que podría dedicarse al turismo o similar en su tierra, eso explicaría su nivel de inglés y su acceso a ofertas de trabajo de este tipo. Hay algunos que no soportan y con razón esa forma de trabajo casi esclavo, termina un crucero por la mañana después de una semana y por la tarde empieza otro, sin descanso y así hasta que finalice la temporada (Mediterráneo) y después vuelta a empezar en otra zona (Caribe). También es cierto que nosotros los que vamos en los cruceros, nos beneficiamos de su trabajo, de los precios, y mantenemos una posición de “no preguntes, no digas”, que nos hace cómplices de la situación. De todas formas, lo bueno es que pasará la Navidad en Iquitos con su nenita y su gente.
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