miércoles, 17 de enero de 2024

Le cantaba a su amada

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Conforme pasan los años voy visitando los hospitales no desde un punto de vista profesional sino como usuario. Me resisto a llamarme paciente aunque hay que serlo en casi todas las ocasiones. No es como antes, que cuando pasabas por los pasillos por alguna razon de trabajo, los veias sentados esperando su turno y decias para tus adentros “pobrecitos” y dependiendo de la especialidad de la consulta tu compasión era mayor o menor. A veces veias a alguien conocido y no sabias si saludarle o no, porque hay gente que prefiere mantener reservado su estado de salud y sin embargo otros no se te ocurra preguntarles por su salud que te abruman a detalles y te pueden amargar el dia. Los ingleses en eso son muy suyos y nunca preguntan por tu salud, sino comentan sobre el tiempo. Una vez se me ocurrio preguntar a una persona mayor como se encontraba y me contestó “mal de continuo y a veces, raramente, bien”, no supe como seguir la conversación y desde entonces no suelo preguntar por la salud de nadie, a no ser que sea muy conocida y sepa que le ha pasado algo gordo hace poco.

Recuerdo que en una de esas visitas al hospital, en que te meten en un tubo y parece que te van a transmutar, salí preocupado porque como sabéis no es frecuente que te den alegrías en esos sitios. En la puerta del hospital, con su fachada semicircular que forma como un anfiteatro, se escuchaba un bello canto. Era tarde, finales de mayo, pero la luz todavía no había desaparecido. Me quede primero asombrado, después estremecido, un tipo con un sombrero, una guitarra y una buena voz estaba cantando en la puerta del hospital a toda voz y con gran sentimiento.

Cuando terminó, la gente que se había congregado, no se porqué pero quizás debido a una intuición, se quedó en silencio y el hombre desapareció. Escuche a una enfermera, que estaba también en la puerta, que le cantaba a su pareja que se estaba muriendo en el hospital y como no le habían dejado cantar dentro lo había hecho fuera.

Todavía me estremezco al recordarlo, un hombre entrado en años despidiéndose de su amada de la forma que mejor sabia hacerlo. Se me pasaron las preocupaciones y pedí a los dioses que el transito fuera dulce y el duelo de él, aliviado por el recuerdo.

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