viernes, 5 de mayo de 2023

El baterista

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/ 

Esta semana Santa lo he pasado en la playa. No hacía tiempo para bañarse, pero sí para tomar el sol o pasear por la arena al lado del agua o como hacia yo, andar por el paseo que hay paralelo a la playa. Hay muchas personas que optan por esta última opción teniendo en cuenta que vas por llano, sin arena, no te manchas y andas con zapatillas apropiadas para la marcha. La playa tiene unos 7 km de largo desde el Cabo de las Huertas hasta El Campello, igual que el paseo marítimo paralelo y aunque pertenecen a dos pueblos vecinos han tenido la buena idea de continuar el paseo, aunque sea con distintos tipos de bancos, suelos o barandillas. El primer día que lo vi ya me llamó la atención, de unos cuarenta años, enjuto, moreno, con unos pelos largos lacios medio rubios que le llegaban a los hombros, vestido como para saltar al campo de futbol y que iba corriendo por el paseo con un balón en los pies y haciendo jugadas el solo con el balón. Bueno, seguí mi paseo diciendo, vaya tipo más extraño. En los días siguientes, lo vi todos los días haciendo lo mismo, corría con el balón por el paseo sin pararse, regateando y como si fuera entrenándose, la gente no le hacía caso o como máximo le miraban extrañada. Uno de los grupos que le miraba, se sonrieron entre ellos y les oí decir, ya está aquí “el baterista” montando el número. Me quedé con el nombre que me resultó gracioso. Al día siguiente iba andando ensimismado en mis pensamientos cuando de una de las mesas de uno de los restaurantes que hay en paseo, salió corriendo una niña de unos ocho o nueve años gritando, detrás de ella iba un perro ladrando con muy malas intenciones. La niña corriendo sin saber dónde meterse, el perro detrás de ella con muy malas intenciones, yo paralizado por la escena porque veía que el perro iba a alcanzar a la niña e iba a pasar una desgracia, de pronto un balón pasa a mi lado como un trallazo, da al perro y lo tumba entre gemidos, una mujer sale de entre las mesas, abraza a la niña, un machote también se acerca chillando que quien le había hecho daño a su perro. Como una secuencia rápida de una película, trato de hacerme una composición de lugar de lo que ha pasado y entonces veo al baterista, tan contento, que recoge el balón y que pregunta a la niña si está bien, mientras el machote está cuidando al perro en el suelo y diciéndole al baterista que lo va a denunciar por dañar a su perro. No lo puedo soportar y me dirijo al machote diciéndole que la culpa la tenía él por dejar suelto a su perro que además debía ser de los que necesita llevar un bozal y no lo llevaba. La madre de la niña se revolvió contra él, así como una mayoría de los que estaban parados viendo la escena. Yo le di mi teléfono por si necesitaban un testigo, le di la mano al baterista porque había sido el héroe real de aquella escena que podía haber acabado mal, si su disparo de balón no hubiera sido tan preciso y fuerte. La niña ya se había tranquilizado en brazos de su madre y yo reafirmé una lección que a veces olvido, no hay que subestimar a nadie, en un momento determinado pueden salvar una situación extrema.

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