Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
En el crucero, de cuyas vivencias me estoy
alimentando últimamente, uno de los restaurantes de la cena, de comida
japonesa, estaba dirigido en reservas y admisión por una brasileña. Como el
peruano de Iquitos, una rareza, ya que la mayoría eran filipinos que se vestían
según exigencia y temática del restaurante, tejanos, neoyorquinos, japoneses,
italianos, franceses, chinos y otros. En cocina no sé cómo funcionaban, pero en
el servicio eran casi todos filipinos, todos sonrientes y serviciales. Pues
bien, la brasileña fue más amable de lo esperado y nos salvó la cena que no
habíamos reservado y como éramos multitud, no era fácil.
La brasileña, también ligada seguramente al
turismo en Sao Paulo, me trajo un recuerdo muy querido de su país. Eran los
tiempos en que recorría Latinoamérica, en mi tiempo libre o concedido, dando
cursos generalmente financiados por la Oficina Panamericana de la Salud, una de
las que deja de financiar el “puto amo”. Estaba dando un curso en Brasilia, una
ciudad, en aquel tiempo, muy bien planificada y extensa, diseñada como un avión. En la cabina del avión, Eje Monumental, es donde se
concentran la mayoría de los lugares que merece la pena visitar. Indudablemente
yo solo vi lo más relevante. La Plaza de los Tres Poderes,
una gran explanada en la que se disponen los edificios de las tres ramas del
gobierno (ejecutivo, legislativo, y judicial), con el Palacio de Planalto, el
Palacio del Congreso Nacional y el Palacio de Justicia. El Palacio de Planalto
es la principal sede del Gobierno Federal y lugar de trabajo más habitual del
presidente. El Congreso Nacional con las dos torres, de 28 pisos, albergan las
partes administrativas del Poder Legislativo, a sus lados dos estructuras en
forma de cúpulas, la convexa es el plenario del Senado y la cóncava es la de la
Cámara de Diputados. Palacio de Justicia, el tribunal de mayor instancia de
Brasil, otra edificación de líneas horizontales, con las columnas de líneas
curvadas.
La Catedral Metropolitana que es una
especie de cúpula que arranca del suelo, rodeada por nervaduras, que se abren
en la cima, que corona una cruz, en una especie de ofrenda a los cielos. Al
estar parcialmente enterrado el edificio hace que parezca menor desde fuera, pero es mayor cuando entramos en él. El
interior está bañado de una luz azulada, a causa de los vitrales, lo que ofrece
una sensación de paz. En el entorno, hay cuatro grandes
figuras de bronce, Los evangelistas. Siguiendo el eje, el Museo Nacional que tiene forma de cúpula, pegada al suelo, donde
destacan varias pasarelas de entrada al museo y para la circulación entre sus
plantas. La Biblioteca Nacional, que durante muchos años se conoció
popularmente como la Biblioteca sin libros, por estar cerrada al público y no
tener ejemplares para lectura. En el otro extremo del Eje Monumental están dos
museos dedicados: uno el Memorial de los Pueblos indígenas que tiene
forma de una maloca redonda (construcción típica del Amazonas destinada a la
vida social indígena) con piezas de varias tribus indígenas, y otro al Memorial
Juscelino Kubitschek (JK) en el que destaca en el exterior una estatua de JK
que está alzada en un pedestal de gran altura.
Casi en medio del Eje esta la torre de la TV alrededor de cual se establecía una Feira de Artesanato, donde se compran artesanías y recuerdos. El domingo, me habían recomendado que pasara por esta feria. Había muchas cosas bonitas y atractivas, entre todas destacaba un puesto muy humilde en que una negra como la noche vendía unas muñecas hechas de tela de saco. Estaban hechas magníficamente con los materiales más rudimentarios. Cada vez que vendía una, parecía que se le iba algo suyo, su rostro traslucía bondad, alegría y serenidad. Le compre varias y siempre la recuerdo como ejemplo de que con muy poco se pueden hacer cosas bellas y sentirse satisfecho y alegre con lo que se ha hecho.
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