Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud
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Nos la encontrábamos casi todos días en el paseo por el bosque. Iba con un carrito de la compra, de esos que parecen una bolsa de deportes, cerrado y lleno de cosas que sonaban como botellas de cristal. Encima del carrito llevaba también una bolsa de la que, a veces, cogía cosas para comer, le acompañaban tres perros medianos de razas desconocidas para mí, uno de ellos muy inquieto que se separaba y desaparecía con frecuencia y originaba que ella estuviera llamándole constantemente con un silbato. Nosotros la saludábamos siempre, pero ella nos ignoraba, seguramente notaba en nuestras caras la curiosidad malsana que nos producía.
¿Qué llevaba
en la bolsa que producía ese ruido a botellas de cristal que chocan? ¿Por qué
lo llevaba lleno, tanto si nos cruzábamos con ella a la ida como a la vuelta
del paseo (unos 3 km)?
Una vez que paseábamos dentro
de la urbanización cerca de la puerta de entrada al bosque la vimos subiendo a
un coche 4x4 de matrícula antigua, verde oscuro, de esos que se llevan al
campo. En él subió el carrito, los perros y desapareció.
Un día en que paseaba solo,
le vi cruzando un pequeño puente que cruzaba un arroyo con su carrito y sus
tres perros, no sé si por las maderas del puente o porque se le desestabilizó
el carrito o las dos cosas a la vez, se le cayó el carrito y ahí vi una ocasión
pintiparada para iniciar una conversación. Me lancé a ayudarla para que pudiera
levantar y enderezar el carrito, pero la palma de su mano en vertical impidió
toda mi maniobra “no necesito ayuda, gracias” y a pesar de que insistí no hubo
forma. Es lo más cerca que he estado de conseguir una conversación.
Como estaba ya un poco
obsesionado con la dichosa señora, en más de una ocasión he comentado lo
extraño de su comportamiento con paseantes conocidos y en general compartían mi
curiosidad, pero no tenían idea sobre ella. Por fin una paseante conocida de
otra urbanización nos dio noticias. Vivía en su misma urbanización y parece que
vivía sola con sus perros, tenía una manía persecutoria que le hacia pensar que
cuando salía de casa podían entrar en la misma y robarle los papeles que tenía.
Eso hacía que todos días cuando salía de casa para pasear a sus perros, tenía
que cargar en el carrito todos los documentos que pensaba podían interesar a
los supuestos espías o perseguidores. Desde luego los documentos eran muchos
porque llenaban el carrito y pesaban mucho. Lo que no pude averiguar es porqué
su carrito sonaba como si llevara botellas de cristal dentro.
En fin, este caso me hizo
recordar uno similar de un gran amigo que tenía una manía persecutoria
parecida. Por lo visto, pensaba que le perseguían y espiaban los agentes del
gobierno como consecuencia de una denuncia que había hecho de una conducta
corrupta de un superior. Si no lo conocías no podías detectar su manía, solo
que se comportaba de forma extraña, miraba mucho los escaparates supongo que
para ver si le seguían, examinaba minuciosamente los papeles de su mesa para
saber si alguien los había tocado, no solía decir que iba a hacer ni en el día ni
en los siguientes, tenia tres cerraduras en su casa y cosas similares. Solo los
amigos sabíamos de sus manías, pero no podíamos hablarle sobre el tema porque
se enfadaba. Se marchó al pueblo cuando se jubiló y no sé cómo habrá acabado.
La señora la hemos vuelto a ver por el bosque después del periodo de restricciones de la pandemia. No llevaba el carrito sino solo los perros, nos hemos preguntado que habrá pasado para que hayan desaparecido sus manías, terapia, ha cambiado el gobierno, no sabemos. Yo me mantengo ojo avizor.
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