Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
Mirando hacia atrás, son pocas las cosas que
recuerdo de la Semana santa de mi niñez en el pueblo, pero hay cuatro cosas que
se me quedaron grabadas. Una, era el frio que pasábamos el Domingo de ramos en
la procesión que se celebraba por la mañana. Unos niños llevaban palmas,
sencillas o más o menos trabajadas y otros ramos de olivo, según el poder
adquisitivo de sus padres. Era la fecha en que se estrenaban vestidos, unos una
simple camisa, unos zapatos, o un traje y que conste que yo era de los de una
camisa o similar. Los niños íbamos al principio de la procesión y como
coincidía con el principio de la primavera, nos pelábamos de frio. Otra de las
cosas era el Jueves santo cuando después de la misa de la tarde, llevaban al
Santísimo a una capilla lateral, sin ornamentos, con muchos reclinatorios,
donde iban a rezar personas mayores muy serios, durante toda la noche. El
silencio, la oscuridad, los mayores entrando y saliendo de la capilla, no
cerraban la iglesia y los niños jugando en la plaza del pueblo, no entendíamos
muy bien a que venía tanto silencio misterioso. La tercera cosa que recuerdo
era la mañana del mal llamado Sábado de Gloria (Sábado de Gloria porque la
celebración de la Vigilia de la Resurrección se realizaba ese día en la mañana,
desde 1963 esa norma ya no se aplica, debido al Concilio Vaticano II y su
Reforma Litúrgica) en que rompíamos en las escaleras de la iglesia todos los
botijos, macetas, cazuelas de barro, y otros utensilios de cerámica, loza o
barro que íbamos a recoger de las escolleras de las fábricas de cerámicas y que
eliminaban porque eran defectuosos o estaban parcialmente rotos o de nuestras
casas porque se desechaban por medio rotas. La cuarta son las monas de Pascua
con su huevo duro en el centro y las excursiones que hacíamos los tres primeros
días de Pascua para comerlas, con muchos aditamentos antes. Lo que más nos
divertía era romper los huevos duros en la frente de las personas cuando se
descuidaban. Lo que recordaré de esta Semana santa es al puto bufón y a sus
acólitos dando órdenes al mundo sobre lo que tienen que hacer o no hacer, y a
los que sufrieron un genocidio cometiendo otro, mientras el resto del mundo
mira para otro lado. También recordaré al Papa Francisco con su inmensa
misericordia que nos dejó este lunes de Pascua.