Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
Esta semana Santa lo he
pasado en la playa. No hacía tiempo para bañarse, pero sí para tomar el sol o pasear
por la arena al lado del agua o como hacia yo, andar por el paseo que hay
paralelo a la playa. Hay muchas personas que optan por esta última opción
teniendo en cuenta que vas por llano, sin arena, no te manchas y andas con zapatillas
apropiadas para la marcha. La playa tiene unos 7 km de largo desde el Cabo de las Huertas hasta El Campello,
igual que el paseo marítimo paralelo y aunque pertenecen a dos pueblos vecinos
han tenido la buena idea de continuar el paseo, aunque sea con distintos tipos
de bancos, suelos o barandillas. El primer día que lo vi ya me llamó la
atención, de unos cuarenta años, enjuto, moreno, con unos pelos largos lacios
medio rubios que le llegaban a los hombros, vestido como para saltar al campo
de futbol y que iba corriendo por el paseo con un balón en los pies y haciendo
jugadas el solo con el balón. Bueno, seguí mi paseo diciendo, vaya tipo más
extraño. En los días siguientes, lo vi todos los días haciendo lo mismo, corría
con el balón por el paseo sin pararse, regateando y como si fuera entrenándose,
la gente no le hacía caso o como máximo le miraban extrañada. Uno de los grupos
que le miraba, se sonrieron entre ellos y les oí decir, ya está aquí “el
baterista” montando el número. Me quedé con el nombre que me resultó gracioso.
Al día siguiente iba andando ensimismado en mis pensamientos cuando de una de
las mesas de uno de los restaurantes que hay en paseo, salió corriendo una niña
de unos ocho o nueve años gritando, detrás de ella iba un perro ladrando con
muy malas intenciones. La niña corriendo sin saber dónde meterse, el perro
detrás de ella con muy malas intenciones, yo paralizado por la escena porque
veía que el perro iba a alcanzar a la niña e iba a pasar una desgracia, de
pronto un balón pasa a mi lado como un trallazo, da al perro y lo tumba entre
gemidos, una mujer sale de entre las mesas, abraza a la niña, un machote
también se acerca chillando que quien le había hecho daño a su perro. Como una
secuencia rápida de una película, trato de hacerme una composición de lugar de
lo que ha pasado y entonces veo al baterista, tan contento, que recoge el balón
y que pregunta a la niña si está bien, mientras el machote está cuidando al
perro en el suelo y diciéndole al baterista que lo va a denunciar por dañar a
su perro. No lo puedo soportar y me dirijo al machote diciéndole que la culpa
la tenía él por dejar suelto a su perro que además debía ser de los que
necesita llevar un bozal y no lo llevaba. La madre de la niña se revolvió
contra él, así como una mayoría de los que estaban parados viendo la escena. Yo
le di mi teléfono por si necesitaban un testigo, le di la mano al baterista
porque había sido el héroe real de aquella escena que podía haber acabado mal,
si su disparo de balón no hubiera sido tan preciso y fuerte. La niña ya se
había tranquilizado en brazos de su madre y yo reafirmé una lección que a veces
olvido, no hay que subestimar a nadie, en un momento determinado pueden salvar
una situación extrema.
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