Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
La veíamos casi todos los días corriendo por el
bosque. Era joven, en los veinte años, delgada, mediana estatura, ojos y pelo
negros, aunque este último no se le veía mucho por el hiyab que llevaba. Tenía
muy buen estilo al correr y a veces en la parte más recta y plana del camino,
al lado del arroyo, aceleraba durante un tramo. Nos pasaba casi todos los días
por el camino de ida al puente y la veíamos volver corriendo cuando volvía por
el otro lado del arroyo. Empezaba a saludarnos y siempre nos preguntábamos de
donde saldría esta tipa. Este diciembre con sus fríos heladores la seguíamos
viendo, un poco más abrigada puesto que llevaba pantalón y chaqueta de chándal,
pero no mucho más. Seguíamos con los saludos hasta que un día en que había una
helada tremenda y había que llevar cuidado para no resbalarse en los charcos
helados, la vimos pasar rápida como siempre, pero tropezó con una raíz de un
pino que había en el camino y se cayó al suelo cuan larga era. Se debió hacer
daño en una pierna, le ayudamos a levantarse y caminaba con mucho dolor así que
nos prestamos a ayudarle a salir del bosque hasta nuestra urbanización donde se
le podría llevar al hospital en coche. Ella llamó a su familia, pero los dos
estaban en Madrid así que iban a tardar en llegar por lo que le dijeron que
llamara a una ambulancia o un Uber porque iba a ser más rápido, que ellos irían
a urgencias del hospital. Ante la situación me llegué a casa y con el coche la
recogí y la llevamos a urgencias del hospital. Eso de que te salen a recoger en
camilla en urgencias apenas llegas, solo se ve en las series de la Tele, aquí
tienes que salir del coche llamar para que alguien salga a recoger a la persona
que no puede andar y después de un rato te salen con una silla de ruedas sin
prisa alguna. La metieron para dentro, pero aquello iba para rato, encima iba
con el hiyab, mira que le había dicho que se lo quitara, que si tenían que
identificarla para ponerle la pulsera, que si no llevaba ni el carnet ni la tarjeta sanitaria,
menos mal que se acordaba del número de carnet y se lo aceptaron. En fin, que
me quedé sentado esperando que le hicieran una radiografía, y si tenía fractura
le enyesaran, pero en estas llegaron los padres de acogida y yo me marché
dándoles mi teléfono para que me dijeran como había ido todo, me dieron las
gracias muy efusivos y les deseé lo mejor. Al día siguiente me llamó Nora, así
se llamaba la joven del hiyab, y me dijo que se había fracturado la tibia
con piel intacta y se la habían enyesado, que me
agradecía mucho todo lo que habíamos hecho por ella, le contesté que lo
habíamos hecho con gusto y que se curase pronto para poder irse a su casa por
Navidad. Me dijo que no podía volver a su casa en el Sahara porque tenía miedo
de que le retuvieran y obligaran a casarse allí. Ella había venido con el programa
“Vacaciones en Paz” y había estudiado en España, había vuelto a los
campamentos, pero desde la pubertad no quería volver al Sahara, por lo que le
había pasado a alguna amiga. Las
familias en los campamentos saharauis de
Tinduf, siguen ejerciendo un papel relevante en las decisiones sobre el futuro
de las hijas, incluso cuando son mayores de edad y aunque tengan pasaporte
español, se los retiran y no pueden salir. También hay que tener en cuenta que los saharauis, al ser mayoritariamente musulmanes
sunitas, no celebran la Navidad como una fiesta religiosa propia. Así que ella
se quedará con su familia de acogida sin importar mucho si es Navidad o no,
ella vive aquí, ya es de aquí, y seguramente celebrará pasivamente las fiestas
de aquí.
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