martes, 12 de diciembre de 2023

Yo quiero pasar

Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/

Hemos estado unos días en Bilbao. La ciudad y en especial la orilla del rio y alrededores del museo Guggenheim merecen pasearlos y verlos. Hicimos un viaje a Fuenterrabía, paseando por la ciudad que está rodeada por una muralla medieval, visitando el Castillo de Carlos V hoy convertido en Parador. Fue una fortaleza del siglo X, luego este rey la restauró y se alojó en la misma, como está situada en una colina permite disfrutar de unas vistas realmente excepcionales. Paseamos por el barrio de pescadores donde sobresalen sus casas tradicionales llenas de colorido y después fuimos por el paseo paralelo a la playa donde se puede disfrutar de una vista preciosa de la bahía y de la vecina ciudad francesa de Hendaya. De vuelta pasamos por San Sebastián y fuimos a pasear por el paseo de la Concha y al ir a aparcar vimos anunciada una carrera ciclista femenina por el paseo y calles paralelas, por lo que tratamos de aparcar fuera de lo acordonado por la carrera. Paseamos por la Concha, pero una ventisca a mitad del paseo nos obligó a rápidamente abandonarlo, pasando por delante del Hotel de Londres y meternos rápidamente en el aparcamiento. Ya íbamos preparados y los impermeables, sobre todo, impidieron que nos mojásemos, porque era difícil mantener los paraguas por el viento. Cuando tratamos de salir del aparcamiento, había una cola inesperada para salir, la cola no avanzaba y me bajé del coche para preguntar que pasaba. La entrada del aparcamiento podía no estar, pero la salida estaba en el recorrido de la carrera y no se podía salir hasta que pasara. Cansado de esperar, bajé del coche y salí a la calle por la rampa de salida del aparcamiento.

La calle estaba cerrada y ya no dejaban pasar a los coches ni a los peatones. Estaba al lado de una esquina por donde la carrera doblaba para salir al paseo de la Concha. La gente se agolpaba en las aceras, sin poder atravesar la calle. En la lejanía de la calle se veía avanzar una moto de esas grandes y en la bruma de la galerna pasó el policía en su moto que debía ser la avanzada de la carrera, dobló la esquina y nuevamente al final de la calle se veía otra moto y detrás un pelotón abigarrado. La gente en las aceras mirábamos con curiosidad como se acercaba el monstruo, como un gusano tremendo con una cabeza, de pronto de la acera sale una viejecita con un bastón que se dispone a cruzar la calle. Todos nos quedamos paralizados adivinando la tragedia, bicicletas caídas en un amasijo indescriptible y la viejecita en el suelo atropellada. Un tipo joven y fuerte sale de la acera coge a la viejecita y la devuelve a la acera, pasa el policía con su moto, pasa el pelotón, y un suspiro de alivio entre los que estábamos en la acera deja paso a un aplauso al héroe de la jornada. Pero, - ¿cómo se le ocurre pasar delante de la carrera? - También los viejos tenemos derecho a pasar, me estaba meando y quería llegar a mi casa lo más rápido. -No se da cuenta de que podían haberla matado y haberse herido mucha gente si llegan a atropellarla. -Me estaba meando y no podía aguantar. El joven se desvaneció, el guardia de la esquina ayudó a la señora a pasar la calle y yo me volví con rapidez al coche porque ya dejaban salir los coches del aparcamiento.

Organizamos la vida en las ciudades de acuerdo con una serie de parámetros relativos a deporte, cultura y ocio. Los viejos viven en un mundo paralelo que no siempre se compagina con el resto. Sus necesidades son muchas veces perentorias, no tienen futuro pero el presente es lo que tienen y a veces su mundo colisiona con el de los demás. Paciencia y comprensión, en el mejor de los casos algún día te veras en una de esas.

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