Antonio Iñesta. Blog Web2.0 y Salud http://fecoainesta.blogspot.com.es/
Habíamos ido a pasar unos días a un hotel de la costa de Cádiz. De esos en que va todo incluido, te ponen una pulsera y puedes estar comiendo y bebiendo todo el día, eso sí la comida es difícil de calificar salvo que seas vegetariano estricto y no comas más que ensaladas, el resto es muy basurona, pasas más tiempo tratando de elegir algo tragable que comiendo realmente, los postres también un desastre y los helados no tenían sabor. Las bebidas no eran de marca, pero podías estar todo el día bebiendo si es que lo aguantaba tu estómago. Como no hacía tiempo de bañarse la gente paseaba entre palmeras y bares entre piscinas, lo máximo a lo que llegabas era bajar a la playa, anchísima y larguísima y andar todo lo que quisieras hasta la próxima comida, coger conchas y mirar al mar cambiante con el color del cielo. En uno de esos paseos por la playa la vi subiendo al hotel, era rubia llevaba un vestido vaporoso que casi le llegaba hasta los pies, abierto desde la rodilla y un poco impropio del tiempo que hacía, iba sola y miraba a todo el mundo y todo el mundo la miraba. La volví a ver por la tarde en que con un sándwich y una bebida trataba de encontrar una mesa donde sentarse hasta que una pareja le ofreció sentarse a su mesa. Al día siguiente estaba sentado en uno de los márgenes de piedra al lado de una fuente tomando el sol apoyado en un bastón de caminar, cuando mirándome a los ojos se sentó a mi lado la dama solitaria con su mismo traje vaporoso y me pregunto si la veía, entiendo que pensó que era ciego, cogió mi bastón y trató de notar las sensaciones que transmitía al tocar obstáculos. Cuando ya se convenció que no era ciego, siguió indagando de donde era, ella venía de Ucrania, su inglés era fluido y me dio la sensación por la conversación de que no quería volver a casa donde la vida le ofrecía poco futuro. Trabajaba en una agencia de viajes y había comprado un paquete vacacional y tenía que servirle de ancla para una mejor vida. Claramente le transmití que no estaba solo, así que siguió a un gato que le señalé, supongo que en busca de mejores opciones. Me levanté un poco aliviado porque no podía pensar que hubiera gente tan desesperada, y por otra parte me sentí un poco inquieto al pensar que podía parecer un ciego, de cualquier forma, feliz porque yo sí iba a volver a casa por Navidad.
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